Si tienes la inmensa suerte de contar con tus propios frutales te preocupará saber cómo cuidar con mimo estos bellos y generosos árboles.
La fruticultura es considerada una de las ramas agrícolas más difíciles, por lo tanto no podemos decir que se trata del cultivo más sencillo.
Aquí te ofrecemos unos consejos generales para que sepas cómo plantar correctamente y mantener sanos y productivos los habitualmente llamados frutales de pepita (peral, manzano, membrillero) y de hueso (cerezo, ciruelo, melocotonero, albaricoquero), ambos grupos pertenecientes a la gran familia de las Rosáceas.
Empecemos por el principio. Si estás pensando en plantar un frutal, ten en cuenta estos primeros consejos:
Qué especies elegir: Antes de decantarte por un tipo de frutal conviene observar qué se cultiva en el entorno tradicional para elegir las especies y variedades que mejor se adaptan al suelo de la zona y, por supuesto, al clima.
Recuerda que para dar frutos estos árboles necesitan pasar una cierta cantidad de horas-frío al año.
Las condiciones del suelo: Es esencial que disponga de un sustrato adecuado para su correcto desarrollo, por ello las características y condiciones del suelo de la zona donde va a vivir y crecer es un aspecto básico.
Con algunas excepciones, los frutales de hueso y pepita suelen preferir los sustratos con un pH neutro (7) o ligeramente ácido (< 7); en un suelo alcalino, por lo tanto, pueden presentar problemas de clorosis férrica (más abajo te contamos más sobre este aspecto).
Asimismo, en el momento de la plantación es importante aportar un buen sustrato, rico en materia orgánica y que drene bien para evitar el encharcamiento.
Si el suelo disponible es muy pesado y tiende a encharcarse, aparte de aportar un sustrato más suelto en la plantación, tendrás que asegurar una forma de drenaje que facilite la eliminación del exceso de agua.
Cuidados de los frutales establecidos
El abonado: A la hora de fertilizar los frutales, recuerda que un exceso de abono (sobre todo si es rico en nitrógeno) generará un elevado crecimiento vegetativo y mucho follaje, lo que puede ir en detrimento de la producción de flores y frutos, y facilitar el ataque de plagas.
Una forma de abonar sin riesgo de excederse es aportar al final del invierno o comienzos de la primavera algún tipo de abono orgánico compostado.
Se trata de un abono complejo que incluye todos los nutrientes y micronutrientes que necesitan las plantas para crecer con salud. Otra opción son los abonos especiales para frutales. Puedes conseguirlos en tu centro de jardinería.
El riego: En los primeros años tras el trasplante el riego ha de ser generoso, ya que las raíces aún no son lo suficientemente profundas para alcanzar la humedad de las capas inferiores del suelo.
Conviene que los riegos sean profundos y espaciados. Los muy frecuentes y de poca agua, como el riego por goteo, tienen el inconveniente de que las raíces explorarán menos en profundidad y alrededor, lo que puede derivar en el desarrollo de una estructura radicular menos profunda y estable y, por lo tanto, más dependiente del riego en el futuro.
El control de plagas y enfermedades: Las plagas y enfermedades que pueden acusar los frutales son numerosas y, por lo tanto, imposibles de abarcar en este artículo.
Uno de los tratamientos más eficaces para controlarlas es la aplicacón de aceite mineral en el tronco y las ramas durante el invierno; este producto actúa sobre plagas en latencia —huevos, larvas y adultos en hibernación—, como pulgones, cochinillas, mosca blanca, ácaros; se puede combinar con fungicida.
Existen además múltiples formas de controlar cada plaga específica, muchas de ellas completamente ecológicas, por ejemplo con productos basados en el Bacillus thuringiensis‘Kurstaki’, un microorganismo que actúa sobre las orugas, o aceite de neem, un insecticida natural que se debe usar con moderación porque afecta también a la fauna útil.
Cómo corregir las carencias de hierro y calcio
En las zonas de suelo calizo es relativamente común que los frutales sufran clorosis férrica, un problema que compromete la fotosíntesis y la productividad.
Se produce por las dificultades en la absorción del hierro presente en el sustrato que causa el pH alcalino, y se reconoce por la palidez del verde de las hojas en contraste con las nervaduras.
Una solución es aplicar quelatos de hierro, con lo que los árboles pueden recuperarse con rapidez; eso sí, se debe repetir cada año.
Menos frecuente es el caso contrario: la carencia de calcio en el suelo, que suele producirse sobre todo en las regiones lluviosas de la vertiente cantábrica.
El calcio es importante sobre todo para la calidad de los frutos, ya que aumenta la coloración, la firmeza y la conservación tras la cosecha, reduce las enfermedades fúngicas y evita el acorchado, esas manchas verde oscuro de la piel, debajo de las cuales la pulpa se vuelve esponjosa y seca.
Esta carencia afecta sobre todo a las manzanas, pero también a las peras. La solución es aportar cal al sustrato mediante un corrector, un tipo de abono inorgánico hidrosoluble de aplicación foliar y/o con el riego, o en forma de nitrato cálcico (que aporta también nitrógeno) o de dolomita (que incluye magnesio).